Santa Clara de Asís, Fundadora
II Orden de San Francisco
Hermanas Pobres de Santa Clara
Clara Favarone de Offreduccio nació en Asís en 1193.
Atraída por el ejemplo y las palabras de san Francisco, a los dieciocho a los
renuncio a la nobleza de su familia y a todas las esperanzas que el mundo le
ofrecía, para vivir según las más elevadas
exigencias evangélicas. Durante cuarenta y dos años permaneció fiel, con
indomable entereza, al proyecto de su juventud, viviendo en le pobreza, la
oración y la penitencia, el amor a Dios y a los hombres, en la alegría de
poseer a Cristo pobre y crucificado, y de ser poseída enteramente por él.
El 11 de agosto de 1253 muere a los sesenta años.
“¡Bendito seas tú Señor, porque me creaste!” son las palabras con las cuales
concluyó su vida terrena y comenzó la eterna. El Papa Inocencio IV, que la
había visitado agonizante, presidió sus funerales. Dos años más tarde fue
canonizada por Alejandro IV, y el 14 de febrero de 1958, el Papa Pio XII la
declaró Patrona de la Televisión.
Junto a san Francisco, su padre espiritual y amigo,
santa Clara ha marcado con un trazo de fuego la historia del pueblo de Dios. En
vida, iluminó su siglo; tras su muerte, no ha cesa de atraer en pos de sí a
innumerables personas. Tras los pasos de Santa Clara de Asís, en la Basílica de
Santa Clara, encontramos su cuerpo incorrupto y muchas de sus reliquias.
En el convento de San Damiano, se recorren los
pasillos que ella recorrió. Se entra al cuarto donde ella pasó mucho años de su
vida acostada, se observa la ventana por donde veía a sus hijas.
También se conserva el oratorio, la capilla, y la
ventana por donde expulsó a los sarracenos con el poder de la Eucaristía. Hoy
las religiosas Clarisas son aproximadamente 18.000 en 1.248 conventos en el
mundo. Caminan hacia Dios guiadas por su luz.
Novena a
Santa Clara de Asís
Oración preparatoria para todos los días
Seráfica Virgen, Santa Clara de Asís, a tus plantas
me llego con el corazón lleno de confianza en tu maternal intercesión,
pidiéndote me alcancéis el perdón de mis pecados, para que como Tu, pueda yo
nutrirme del cuerpo inmaculado de Cristo, bañarme en su Sangre redentora,
derramar mi alma en la suya Divina, y quedar deificado como Tú, al contacto
misterioso de sus resplandores Eucarísticos.
Ruega a tu
adorable esposo Jesús, se digne inclinar hacia mi alma su mirada
misericordiosa, e infundir en ella su amor y su gracia, para que hermoseada y
hecha partícipe de su naturaleza Divina, pueda recibir la gracia que
humildemente imploro en esta novena. Amén.
Oraciones correspondientes para cada día
Día Primero
Salve a ti, dulcísima Virgen Santa Clara de Asís,
Celestial cultivadora de azucenas eucarísticas, simbolizadas en el coro de
purísimas vírgenes que tu fundaste para hacer la Corte de Honor al Rey de la
Majestad oculto bajo la Divina fragilidad de la Hostia. Por este singular
privilegio, te ruego derraméis sobre tus Vírgenes y sobre el mundo entero tu
seráfico espíritu para que amando y adorando en espíritu y en verdad, tan
augusto sacramento, lleguemos a adorarle contigo en el eterno festín de la
gloria, Amén.
(Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria al
Padre. Lo mismo al final de cada día. )
Seráfica virgen y Madre mía, Santa Clara de Asís,
por los actos de amor, humildad y demás virtudes con que engalanabas tu bella
alma para recibir a tu Dios hecho Hostia, alcanzadme la gracia de acercarme
siempre llena de celestial pureza a recibir tan Divino manjar, que embellece y
fortifica las almas. Amén.
Día
Tercero
!Madre
dulcísima! Santa Clara de asís, Divina, roca de fortaleza indestructible. Por
la valentía sobrehumana con que libraste a tus vírgenes de la atrevida invasión
de los sarracenos, tomando en tus manos virginales la Santa Custodia, por los
esplendores divinos que ella y tu rostro despedían, con los cuales huyeron
despavoridos, alcánzame el espíritu de amor y perpetua adoración, para que yo
también merezca oir como tu y tus afortunadas hijas aquella consoladora promesa
de mi Dios: "Yo seré siempre vuestra Custodia". Amén.
Día Cuarto
!Misericordiosa Madre Santa Clara! Por tu profunda
oración llena de humildad, con que libraste tu ciudad de las manos de sus
enemigos, libra nuestra patria de la guerra y el terrorismo, y nuestras almas
de las furias de los enemigos visibles e invisibles. Amén.
Día Quinto
!Oh virgen Clara ! Circundada de divinas claridades;
por la dulcedumbre que gustabas cuando al comulgar se recreaba el Divino Nino
Jesús en tus virginales brazos, obtenme el don precioso de la contemplación que
diviniza, anticipándonos la gloria celestial. Amén.
Día Sexto
!Oh divina Madre Mía Santa Clara! Atráeme por la
suavidad de tus goces eternales y correré animosamente en pos de tus huellas,
amándote intensamente y abrazándome con la celestial pobreza, con la pureza
angelical, y con la obediencia amorosa, signos de predestinación y santidad.
Amén.
Día Séptimo
Ardentísima amante del corazón de Cristo, en cuyo
piélago de amor misericordioso navegaste hasta morir de amor, haz que la
barquilla de mi alma, transite también por ese mar de fuego, hasta llegar a la
plenitud de vida divina que me ha sido trazada eternamente. Amén.
Día Octavo
!Oh seráfica Virgen Clara! En tu alma de querubín
residió plena y constantemente el Espíritu Santo; y sus a las de cambiantes y
divinos colores batiéndose en continuo movimiento, ceñían tu candorosa frente
después de acercarte al banquete eucarístico. Por privilegio tan insigne,
dispón mi pobrecita alma, para que llegue a estar pronto, bajo el influjo
transformador y adorable del Divino Espíritu. Amén.
Día Noveno
Tu alma, candor de azucenas celestiales, !Oh
Excelsa Virgen Clara! derramose suave y deliciosamente en el alma Divina de la
Celestial Madre de Jesús, la cual te colmó de caricias maternales en el
destierro; y acompañada del radiante coro de las vírgenes, bajó a llevarte el
eterno descanso. Por gracia tan singular te suplico que al declinar las sombras
de mi vida, vengas acompañada de la Celestial Princesa a recoger mi espíritu,
para trasportarlo a las dulces playas de la eternidad. Amén.
Oración final para todos los días
¡Acuérdate! ¡Oh serenísima estrella de mi vida,
madre mía Santa Clara! Acuérdate que jamás mortal alguno ha quedado sin
consuelo al invocarte. Animado ya con la firme confianza de que tus ruegos son
prontamente atendidos, a ti recurro, suplicándote no desoigas mis plegarias.
Por la Virgen María delicia de tu alma, mírame piadosamente y obtenme la gracia
que tanto anhelo, si es para gloria del Señor y bien de mi alma. Así sea.